Las costumbres se aprenden, las tradiciones se heredan
- Ser y Estar Cultura en Español

- 20 nov.
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La tradición como memoria cultural
“Las tradiciones son los moldes de los pueblos”
Hablar de costumbres, es hacer referencia a una serie de prácticas, usos y rutinas que diferencian un grupo social de otra comunidad. Las costumbres, como formas de actuar del ser humano, se convierten en simples repeticiones conscientes o inconscientes que hacen parte de la memoria colectiva de los pueblos. Las costumbres generalmente transmitidas de una generación a otra, por medio de la oralidad, se consideran buenas o malas de acuerdo con las convenciones sociales que determinen su aprobación, no se trata de algo escrito, sino de procesos consuetudinarios de aceptación o negación. En la Grecia clásica era común hablar del Ethos, palabra griega que significa conducta o costumbre, la personalidad de los individuos debía estar marcada por las buenas prácticas sociales, en otras palabras, por la ética.
Teniendo en cuenta lo anterior, se hace necesario aclarar que costumbres y tradiciones son dos términos que, aunque se consideren iguales, son diferentes. La palabra tradición viene del latín traditio, (traditionis) derivado del verbo tradere que significa transmitir, entregar, es así como los grupos humanos se entregan unos a otros el acervo cultural acumulado. Las costumbres se aprenden, las tradiciones se heredan, esto porque la tradición es el legado que se va convirtiendo en memoria, de ahí que en los pueblos hablen de tradiciones como el conjunto de saberes y destrezas que se transmiten de generación en generación por diferentes medios, los niños aprenden de sus padres lo que estos aprendieron de sus abuelos y así sucesivamente. Todo puede ser aprendido por medio de la escucha, la lectura, la observación y la experimentación. Una costumbre puede cambiarse con cierta facilidad, no ocurre lo mismo con las tradiciones, que se convierten en los pilares culturales de los pueblos y en depositarios de un sinnúmero de costumbres.
Entre dimes y diretes, algunas costumbres van cambiando, lo que otrora se hacía ya no se hace, aparecen otras necesidades, otros gustos y porqué no otras formas de comportamiento en lo público y en lo privado. Frente a nuevas experiencias es necesaria la adaptación social, sobre todo cuando esos cambios son influenciados por culturas externas. Es común que, en diferentes grupos sociales, haya quienes estén de acuerdo y apoyen los cambios propuestos, pero, desde la otra orilla, también habrá quienes se resistan a aceptarlos, derivando, en no pocas ocasiones, en contrariedades y desacuerdos, no sólo entre los mismos ciudadanos, sino entre algunos mandatarios y sus gobernados al querer cambiar algunas prácticas que, con el paso de los años, se han convertido en patrimonio cultural, es el caso de fiestas, ceremonias o ritos.
Sin lugar a duda quienes se oponen a cambiar algunas prácticas culturales, se niegan porque están convencidos que cada acción tiene su fundamento, las cosas se hacen de cierta forma, no por el capricho de alguien sino porque se trata de algo construido colectivamente, y por ende, defendido y respetado. Las tradiciones no salen de la nada, sino que hacen parte de un constructo mental que por años se ha mantenido. A lo anterior hay que agregarle la incertidumbre de saber si lo nuevo cumple las expectativas que se venían generando con las anteriores actuaciones. Es importante que antes de cambiar por cambiar, se adelanten diálogos con la población para que entre todos reflexionen y lleguen a acuerdos básicos de qué se debe cambiar y el por qué cambiarlo, todo en función de estar al rescate de aquello que siendo tradicional no tenga necesidad de ser cambiado.
El reconocimiento y la aceptación de costumbres y tradiciones no lo establece el simple hecho de que estas se repitan constantemente, sino el convencimiento y la emotividad con que esas experiencias sean vividas, un ejemplo es la navidad, a la que con el paso de los años le fueron insertando nuevos componentes, cambiando acciones culturales y rituales por elementos comerciales. Cuando las personas cambian sus creencias, sus intereses y prioridades, las costumbres y tradiciones van perdiendo fuerza, se transforman, si no se cree en lo que se hace, o se pierde el entusiasmo y el entonado acento que solían ponerle los abuelos, nada será como antes.
Cuenta la historia que san Ambrosio de Milán, destacado obispo de la iglesia católica en el siglo IV d. C., pronunció la frase “al pueblo que fueres haced lo que vieres”, la idea era que al visitar territorios diferentes a su lugar de residencia se respetaran los comportamientos o creencias de quienes allí habitaban, y que en medio de la estadía se fueran acomodando a las prácticas, posturas y procederes por ellos desconocidos; la idea era evitar conflictos o reclamos por pensar u obrar diferente. En este mundo globalizado toma mucha vigencia la frase de san Ambrosio, porque cada día se hace más fácil viajar y conocer ciudades antes impensables como destino turístico, de ahí que, trasegando por periplos antes desconocidos se podrán descubrir y aprender una variedad de costumbres y tradiciones, que, siendo extrañas, pueden molestar o fastidiar, de ahí el respeto por la diferencia de los pueblos.
Nadie es dueño de costumbres o tradiciones, aunque suele decirse que, en la ruralidad, campesinos o agricultores, son más dados a conservar aquello que fue heredado, puede decirse, más no asegurarse, que los campesinos saben apropiarse de las tradiciones, tradiciones que en las ciudades se van diluyendo con la misma facilidad con que las personas de diferentes pueblos o nacionalidades se van mezclando. La tradición existe en todas partes, todos los grupos sociales, sean estos urbanos o rurales, tienen tradiciones, obvio que en las ciudades también se dan expresiones cargadas de tradición, muchas de ellas, provenientes de los pueblos rurales. Existen tradiciones pueblerinas, locales, municipales y nacionales que se ajustan a pautas de convivencia por considerarlas dignas de ser reproducidas o heredadas. Los pueblos luchan porque las futuras generaciones defiendan y den continuidad a ese legado cultural, desafortunadamente el mundo posmoderno poca atención le presta a lo tradicional, hoy las ideas son tan efímeras y cambiantes, como cambia la tecnología.
Por Carlos Mario Cortés Rincón








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