Celebrando la vida

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Es diciembre, por mi ventana pasa un tenue rayito de sol, que me indica que el día ha empezado. Me levanto rápidamente, corro la cortina, abro la ventana y me preparo para sentir el calor del sol en mi rostro. Cierro los ojos y mi pensamiento se traslada a la alegría que trae este mes. Es un tiempo hermoso, tiempo de celebración, de compartir, de reflexionar y hacer nuevos propósitos.

A lo lejos escucho el teléfono, es mi padre. Es una costumbre familiar que el primer día de diciembre nos reunamos todos a desayunar, él es el encargado de preparar el desayuno. Alrededor de la mesa conversamos y nos pregunta qué planes tenemos para las celebraciones del mes. Conversamos, reímos, formamos algarabía, se hacen algunos acuerdos y nos despedimos.

Regreso a casa y tomo mi lápiz, pero contrario a escribir trazos de felicidad, mi lápiz escoge trazos de melancolía. Esta carrera loca en la que nos ha llevado la vida nos ha robado algunos momentos de felicidad y nos ha llevado por un sinnúmero de altibajos; de algunos hemos salido bien librados y de otros no tanto. Pero a pesar de todo, debemos celebrar la vida. Mentalmente levanto una copa y digo “Brindo por la vida”. Y es que la vida es un regalo maravilloso, nos ofrece cada mañana un nuevo día, un día en blanco, para que nosotros pongamos los colores que deseemos.

El día lo pintamos de acuerdo con nuestro estado de ánimo, de acuerdo con la situación que vivimos. Pero siempre tenemos la posibilidad de combinar los colores, de cambiarlos o dejarlos en tonos básicos. Lo único que no podemos permitirnos, es dejar un día sin color. Por el contrario, debemos aprender a vivir cada día como si fuera el ultimo, seleccionando las mejores tonalidades, tonos que nos hagan saltar de alegría, que nos dibujen un festival en la vida y cuando esto no sea posible, igual debemos pintar nuestro día de carnaval, para que tengamos siempre la mirada fija en las oportunidades, en las enseñanzas y crecimiento que nos deja cada adversidad.

Mi trazo es melancólico, mas no triste. Es la melancolía de las personas ausentes, de los momentos fugaces que se escapan de la mente, pero que en esta época de celebraciones llega a estrujar nuestro corazón.

Es la melancolía de los tiempos pasados, de los vientos del ayer, que han forjado lo que somos hoy. Celebramos la vida, celebramos la oportunidad de enmendar, de aprender, de reconciliarnos con nosotros mismos.

Este debe ser nuestro propósito en estas celebraciones. Nuestro compromiso con nosotros mismos. Nuestra reconciliación con las oportunidades perdidas, con la falta de tiempo, que nos ha robado momentos maravillosos con los seres amados, que la vida misma no nos deja recuperar.

En estas festividades, levantemos nuestra copa en silencio, nos debemos una gran felicitación por todos los logros adquiridos, por esas batallas silenciosas que hemos librado en estos tiempos difíciles. Preparemos la mejor sonrisa, los mejores colores para nuestro corazón y el mejor traje para nuestra vida y nuestra alma.

Diciembre es tiempo de paz, tiempo de amor, tiempo de armonía y reflexión, Felices fiestas familia Ser y Estar. No olvidemos que cada día es una hoja en blanco, una nueva oportunidad para crecer y hacer las cosas cada vez mejor.

Un nuevo día, son miles de oportunidades para crecer. Aprendemos toda la vida.

Por Ma. Victoria Bermúdez Sánchez